"Los aledaños de La Puerta de los Hierros estaban abarrotados de gente, turistas, fieles y foráneos, en busca de alguna compra de última hora, entre la decena de puestos ambulantes que se habían instalado frente a los muros, esperando hacer su agosto, aprovechando el alud de público deambulando por allí, dadas las fiestas en las que nos encontrábamos" (pg.78)
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